El paisaje urbano, familiar y personal
cambia y se adapta a nuevas realidades que interiorizamos y adoptamos ya como
norma. Hay estadísticas que afirman que es un ritual consultar WhatsApp y las redes sociales más de 150
veces al día, con diagnósticos diversos y algunos no demasiado buenos. Los últimos cálculos dicen que dedicamos dos horas diarias a consultar la mensajería y las
redes sociales, la mayoría desde el teléfono móvil. Según el último estudio del
Real Automóvil Club de Cataluña (RACC), uno de cada cuatro conductores admite
que utiliza el teléfono muy habitualmente
mientras conduce. Por no mencionar el hecho de escuchar en espacios públicos
intimidades diversas, el aviso constante de la entrada de nuevos mensajes, el
no apagar los dispositivos cuando te avisan con
insistencia o no debería hacer falta porque es un hecho obvio, el
continuo tráfico de selfies,
grabaciones de voz, y todo sin pensar en dónde se archivan nuestras huellas
digitales, qué imagen dejamos y cómo nos administrarán
los expertos en el llamado big data.
La dependencia digital de casi todos va
en aumento y, por tanto, nos hemos de plantear que predicar con el ejemplo es
una buena forma de educar, pero otra muy eficaz es introducir el uso de los
dispositivos en las aulas, entre otras razones porque son unas herramientas muy potentes que también han de servir para
aprender interconectados y trabajar buenos hábitos y valores humanos. Todos
tenemos nuestra parte de responsabilidad en la educación de las futuras
generaciones, no solamente los profesionales de la enseñanza. Hace unos meses
intenté crear expectación sobre el tema en estas páginas con el artículo “Si us plau, encén el móvil quan entris a clase” (Por
favor, enciende el móvil al entrar en clase). La “independencia” del móvil,
según mi criterio, no es prohibirlos en los espacios de enseñanza sino
utilizarlos cuando sea necesario y aportar criterios como para saber cuándo se
ha de usar y para qué y cuándo han de estar en silencio o apagados, teniendo en
cuenta que es una herramienta personal, donde a menudo llevamos información casi imprescindible para
nuestra vida diaria. El reto es ir más allá y verlos como tecnologías con
grandes posibilidades para formarse, y no solamente entre adolescentes.
Una buena parte del mundo adulto les
aportamos ejemplos diarios sobre su uso. La sociología relacional juvenil se
mueve con nuevas herramientas o aplicaciones – donde ya están los
adolescentes-, catalogadas como “estilos de vida” – por ejemplo Tinder – y nadie les facilita el marco referencial con
que se encontrarán. Lo descubren por sí mismos desde el uso y ya se reflexiona
sobre los nuevos panoramas. Muchas familias están preocupadas por un supuesto control (imposible) de los móviles de sus hijos. A
menudo, se acusa a los adolescentes y
jóvenes de estar todo el día enganchados cuando lo que ven es eso entre la
población más grande. Mientras, la actualidad dice que cada vez hay más
estudiantes que utilizan el móvil para estudiar.
Un objeto que en sus orígenes servía para hablar en tiempo real, ahora ha
cambiado de funcionalidad y va derivando hacia la potenciación de las
relaciones sociales, notas de voz grabadas, en una pasarela donde lo importante
es ver y ser visto. Costumbres que también se pueden reconducir y aprovechar en
los centros docentes por sus potencialidades educativas. Os invitamos a observar cómo estudian hoy y se ayudan de forma no
presencial con la tecnología, tanto en la enseñanza obligatoria como en la
postobligatoria y universitaria.
El Consejo Escolar de Cataluña aprobó el
pasado 4 de marzo de 105 un documento-guía de gran valor: “Les tecnologies mòbils als centres educatius” (Las
tecnologías móviles en los centros educativos), que el Departamento de
Enseñanza de la Generalitat de Cataluña incluyó en las normas de organización
de los centros educativos para el presente curso escolar. Una apuesta atrevida
pero muy necesaria si queremos que los centros educativos avancen al ritmo de
los tiempos actuales. Antes había elaborado las competenciasdigitales de educación primaria y secundaria. Después de estos acertados
marcos teóricos, se tendría que comprobar su efectividad en la formación del
alumnado para la sociedad digital en un mundo conectado: ¿se ponen en práctica las competencias digitales? ¿Se utilizan los
teléfonos móviles (y ordenadores y tablets)
en las aulas y, en caso afirmativo, se siguen las directrices de los documentos
citados?
Seamos positivos. Cada vez hay más
centros que se implican y creen en la
tecnología como importante mediadora en el proceso de aprendizaje. El móvil
dentro de un contexto y un proyecto innovador más amplio y profundo, evitando
el efecto de convertirse en una moda pasajera. Programas como mSchools lo demuestran con el incremento continuo de
alumnos y centros participantes. La calidad de los trabajos presentados a los premios
demuestran la alta implicación de profesorado y alumnado. Ejemplos de Apps en
las cuales están trabajando nuestros alumnos del institutoTorre del Palau: apps que
guardan la geolocalización del lugar
donde aparcas el coche, en offline; apps
destinadas a proporcionar información saludable de dietas y rutinas deportivas
a los adolescentes; app ciudadana que
identifica desperfectos o incidencias en la vía pública de Terrassa, etc.
La consolidación del uso de la telefonía
móvil en las aulas llega a otros campos. Hay que fijarse objetivos, atreverse a
experimentar y compartir los resultados con otros docentes interesados. Estamos
seguros que hay experiencias excelentes y que se incrementan año tras año.
Desde la práctica de la gestión del centro de trabajo, el instituto Torre del
Palau de Terrassa, además de participar en mSchools,
este curso estamos trabajando con una app
informativa que descargan las familias y el profesorado para su uso desde
móviles y tablets de forma gratuita.
El profesorado pasa lista y efectúa otros controles, como las actividades
diarias del alumnado o incidencias diversas, desde su móvil de forma rápida
cuando comienza cada clase, ante el alumnado. Las familias reciben un mensaje
instantáneo tipo PUSH (similares a los de WhatsApp)
en su dispositivo móvil pero solo en dos franjas horarias: una por la mañana y
otra por la tarde en horas determinadas.
¿Esto significa fomentar la dependencia
del móvil o aprovechar mejor sus posibilidades?
Un centro educativo público que lleva
más de 18 años utilizando las TIC en las aulas, que trabaja con ordenadores
portátiles (computadoras) de cada alumno en todos los cursos de la enseñanza
secundaria obligatoria, que tiene una wifi
abierta siempre y que permite el uso responsable – con normas – de los
teléfonos móviles en las aulas puede ser un ejemplo más del reto: conseguir la
ya mencionada “independencia”
personal y responsable de la tecnología mediante su uso, con criterios propios.
Es cierto que el nuevo alumnado en el centro de primer curso se encuentra con
una realidad que, de entrada, les impacta: pueden usar su móvil. También ocurre
lo mismo con el nuevo alumnado de la enseñanza postobligatoria (bachillerato).
Pero la situación se reconduce con las
actuaciones constantes del profesorado y desde la práctica a pie de aula.
Algunos periodistas y profesorado de
universidades estatales y extranjeras que nos han visitado han preguntado qué
pasaba entre clase y clase y en el patio. Si serían momentos de uso masivo del
teléfono móvil por parte de todos. Fueron invitados a observar esos momentos de forma libre en todo el
centro. La realidad les chocó. Es cierto que vieron alumnos con el móvil pero eran más los que hablaban entre ellos
en el patio, jugaban con balones o trabajaban en la biblioteca. La libertad
y la normalización de su uso y el trabajo de hábitos demuestran que esta idea o
acepción personal de la palabra “independencia”
es posible y no desde la prohibición. También a veces – muy pocas- nos
encontramos con conflictos derivados de conversaciones vía grupos de WhatsApp o Facebook. La gestión de cada caso con el alumnado implicado les
ayuda a reflexionar sobre sus actuaciones y consecuencias, con la aplicación de
hace falta de las Normas de Funcionamiento de Centro. En algunas ocasiones nos
hemos encontrado con alguna familia que ha castigado a su hijo o hija un tiempo
sin usar el móvil. Una decisión que también les ha servido para reflexionar
sobre los actos hechos.
El teléfono móvil, por tanto, es otro
dispositivo que hay que incorporar en el aula y que sirve para trabajar el binomio
libertad y responsabilidad y también para aprender desde cualquier lugar. No es imprescindible su uso educativo pero
ya forma parte del funcionamiento del mundo: la vida es móvil. Si queremos
evitar la dependencia del dispositivo, eduquemos en la independencia del
aparato con criterios, desde la práctica a pie de aula.
Aquí en Mexico estoy haciendo la tarea de la prepa en línea y me piden investigar el tema, la adolescencia en las redes sociales, y sabemos que los adolescentes las usan pero no en el salón de clases, en este artículo ustedes dicen que les permiten usar el celular pero quisiera saber para qué tipo de tareas
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